18 Abr

CHINA, ¿GUERRA COMERCIAL CON EE.UU.?

  • Por: Gustavo Solis
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El perfil final del paquete de aranceles de Estados Unidos, así como la respuesta en represalia de China, serán fundamentales a la hora de determinar hasta qué punto se intensificará la disputa comercial y cuáles serán sus consecuencias.

Preocupa que la retórica proteccionista, y los limitados hasta ahora aumentos de tarifas, pueda derivar en una auténtica guerra comercial entre EE.UU. y China que podría frenar el crecimiento mundial. Hace dos semanas el presidente de los Estados Unidos redobló la apuesta, al amenazar con elevar los aranceles a importaciones desde China en 100,000 millones de dólares, que se añaden a los 50,000 millones para los que el aumento de tarifas está ya en periodo de consultas antes de su implementación en mayo, y a los aranceles aprobados para acero, aluminio, paneles solares y lavadoras. Hasta el momento, la respuesta de China ha sido muy medida, aprobando subidas de aranceles sobre importaciones por valor de 3n000 millones de dólares, aunque con declaraciones que apoyan una escalada de acciones en caso necesario. Las próximas semanas, antes de la entrada en vigor de las medidas ya anunciadas, serán cruciales para saber si se llega a un acuerdo o se desencadena una guerra comercial amplia entre las dos primeras economías del mundo.

Este compás de espera resulta consistente con la falta de claridad de las medidas de EE.UU. sobre las importaciones chinas. Estados Unidos tiene la intención de gravar en mayor medida la propiedad intelectual y la tecnología china, aunque todavía no está claro si los aranceles se centrarán en una o dos categorías de productos, o si serán generalizados. Por su parte, China planearía contraatacar con aranceles dirigidos a los sectores que apoyan a Trump, centrándose especialmente en las exportaciones agrícolas. El perfil final del paquete de aranceles de Estados Unidos, así como la respuesta en represalia de China, serán fundamentales a la hora de determinar hasta qué punto se intensificará la disputa comercial y cuáles serán sus consecuencias.

El objetivo de las negociaciones bilaterales entre EE.UU. y China es amplio, pues alcanza cuestiones comerciales, de inversión y la protección de los derechos de propiedad intelectual. El diálogo se dificulta por los mensajes contradictorios que está lanzando la administración Trump, mientras que las autoridades chinas mantienen una posición más conciliadora. En el discurso inaugural que pronunció recientemente en el Boao Forum, el Presidente Xi Jinping subrayó el compromiso de China con la apertura de su sector financiero, la reducción de barreras a la participación extranjera en el sector del automóvil y el fortalecimiento de la protección de la propiedad intelectual. A Estados Unidos le gustaría que China aportara pruebas concretas sobre sus promesas. En todo caso, una mayor transparencia, o la simple confirmación de que la negociación se mantiene, ya mitigaría los miedos a una guerra comercial que actualmente está pesando en los mercados financieros. Hasta ahora parece razonable pensar que la posición de EE.UU. respecto al comercio es más bien una táctica de presión sobre China para que ésta haga concesiones sin llegar a un conflicto mayor, pero si esto cambia, y la incertidumbre es elevada, podrían empezar a darse impactos más intensos en los mercados, y en expectativas y decisiones reales de consumo e inversión.

Como las negociaciones no están formalmente rotas, y entendemos que ambas partes son conscientes de los efectos negativos de una guerra comercial, nuestra hipótesis más probable sigue siendo que ésta no se desatará. Este escenario tendría una escasa incidencia en la economía china, por lo que mantenemos nuestras previsiones de crecimiento económico en el 6,3% en 2018 y 6,0% en 2019. No hay que olvidar que el peso de exportaciones e importaciones es decreciente dada la pujanza de la demanda doméstica, especialmente del sector servicios. Además, no debemos desdeñar el alcance de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda de China, en franca expansión, a la hora de amortiguar el impacto a largo plazo de una política más proteccionista desde EE.UU., que afectaría sobre todo a los sectores con mayor carga tecnológica de China.

En todo caso, un escenario de riesgo de guerra comercial abierta y prolongada con Estados Unidos sí que podría afectar a la estabilidad macro-financiera de China, poniendo en peligro sus objetivos de crecimiento. Esto, a su vez, pondría a prueba el compromiso chino con las reformas estructurales, en un proceso de retroalimentación negativa.

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